LIC. GABRIELA
LÓPEZ MENDÓZA
LA TEJEDORA DE SUEÑOS
Al sol del medio día, sobre el asfalto de las calles que forman la
periferia del zócalo, se muestra la escena del trueque, la vendimia, el
alboroto de la gente que viene y que va, las palabras fluyen en su caudal que
emana de las bocas de las marchantas que pacientemente esperan. Ella también
espera, pues ya a la sombra de su vejez, es lo único que le queda por hacer.
Esperar.
Desde hace ya varios años que no
deja tan bien el negocio. Lo aprendió de
sus padres, quienes a su vez, lo aprendieron de sus tíos abuelos, es un
arte familiar que si bien maravilla a la vista y al tacto, corta y curte las
manos y el espíritu del artesano del carrizo.
Si bien, todos sabemos que los canastos, “quihuilas” y artesanías son
admiradas, en la mayor parte de las exposiciones culturales y ferias; pocos
saben lo que se encuentra implícito. Doña Ofelia Santiago Pantaleón, a sus 78
años y oriunda de la población de San Francisco Altepexi, Puebla; se sostiene
económicamente principalmente trabajando el carrizo.
Viuda desde hace ya varios años, el alcohol le arrebató a su marido tras un
accidente en Sonora, Tuvo que pasar años sosteniendo a sus tres hijos varones,
uno de los cuales de cuando en cuando manda dinero de los E.U.A., trabajando
como lavaplatos. Sus otros dos hijos le ayudan en la labor de recolectar,
cortar y trabajar haciendo encargos de canastos de diversos tamaños.
Encontré a Doña Ofelia vendiendo sus productos el sábado en el mercado de
Ajalpan, ciudad vecina de Altepexi; a lo cual nos hablaba de las características
del trabajo y lo pesado que ya le resulta salir a vender mientras sus hijos le
ayudan a mover la carga de los canastos. Recordando algunas de las palabras de
Martín, uno de los hijos de Doña Ofelia: “Una vez tuvimos un encargo de 100 canastas
para hornear … pus nomás las vendimos a 20 pesos una, después nos enteramos que
el comprador de Ajalpan las había vendido en una feria pasada en la ciudad de
Puebla, ¡nomás apremie usted!, de a 80 cada canasto, nomás quieren comprar
barato y fregarnos”.
Casos como los de Doña Ofelia, nos muestran los terribles tratos a los que
muchos de los artesanos, no sólo, los que se dedican al carrizo; son víctimas
de atropellos y a la indiferencia de muchos, no es raro ver personas
“regateando” el trabajo y el esfuerzo de productores y artesanos humildes; el
mismo producto puesto en un escaparate de cualquier plaza comercial triplicaría
fácilmente su valor, y las manos que forjan sueños e ilusiones de salir
adelante, seguirán cortándose y lastimándose a cambio de poco, muy poco.