jueves, 2 de mayo de 2013

LA TEJEDORA DE SUEÑOS



LIC. GABRIELA LÓPEZ MENDÓZA

 


LA TEJEDORA DE SUEÑOS

Al sol del medio día, sobre el asfalto de las calles que forman la periferia del zócalo, se muestra la escena del trueque, la vendimia, el alboroto de la gente que viene y que va, las palabras fluyen en su caudal que emana de las bocas de las marchantas que pacientemente esperan. Ella también espera, pues ya a la sombra de su vejez, es lo único que le queda por hacer. Esperar.
 Desde hace ya varios años que no deja tan bien el negocio. Lo aprendió de   sus padres, quienes a su vez, lo aprendieron de sus tíos abuelos, es un arte familiar que si bien maravilla a la vista y al tacto, corta y curte las manos y el espíritu del artesano del carrizo. 
Si bien, todos sabemos que los canastos, “quihuilas” y artesanías son admiradas, en la mayor parte de las exposiciones culturales y ferias; pocos saben lo que se encuentra implícito. Doña Ofelia Santiago Pantaleón, a sus 78 años y oriunda de la población de San Francisco Altepexi, Puebla; se sostiene económicamente principalmente trabajando el carrizo.
Viuda desde hace ya varios años, el alcohol le arrebató a su marido tras un accidente en Sonora, Tuvo que pasar años sosteniendo a sus tres hijos varones, uno de los cuales de cuando en cuando manda dinero de los E.U.A., trabajando como lavaplatos. Sus otros dos hijos le ayudan en la labor de recolectar, cortar y trabajar haciendo encargos de canastos de diversos tamaños.
Encontré a Doña Ofelia vendiendo sus productos el sábado en el mercado de Ajalpan, ciudad vecina de Altepexi; a lo cual nos hablaba de las características del trabajo y lo pesado que ya le resulta salir a vender mientras sus hijos le ayudan a mover la carga de los canastos. Recordando algunas de las palabras de Martín, uno de los hijos de Doña Ofelia:    “Una vez tuvimos un encargo de 100 canastas para hornear … pus nomás las vendimos a 20 pesos una, después nos enteramos que el comprador de Ajalpan las había vendido en una feria pasada en la ciudad de Puebla, ¡nomás apremie usted!, de a 80 cada canasto, nomás quieren comprar barato y fregarnos”.
Casos como los de Doña Ofelia, nos muestran los terribles tratos a los que muchos de los artesanos, no sólo, los que se dedican al carrizo; son víctimas de atropellos y a la indiferencia de muchos, no es raro ver personas “regateando” el trabajo y el esfuerzo de productores y artesanos humildes; el mismo producto puesto en un escaparate de cualquier plaza comercial triplicaría fácilmente su valor, y las manos que forjan sueños e ilusiones de salir adelante, seguirán cortándose y lastimándose a cambio de poco, muy poco.