Profesor: Ricardo Ceballos Soto.
Nombre del curso: Historia de México I.
Época prehispánica y colonial.
Alumno: Benjamín Pérez Armas
LA ESCRITURA, EL CALENDARIO Y LA
NUMERACIÓN
En la lectura de David C. Grove[1],
se tratan y analizan los rasgos más importantes y característicos del sitio
arqueológico de Chalcatzingo. Localizado en el centro del valle de Amatzinac, a
los pies de los cerros de Chalcatzingo y Delgado. El actual pueblo de
Chalcatzingo surgió durante la época colonial; está situado a 1.5 Km. al norte de los
cerros y sus tierras de cultivo abarcan parte del sitio arqueológico. Los
vestigios arqueológicos indican que hacia el 1000 a.C. el área de Morelos
ya estaba densamente ocupada por pequeños pueblos agrícolas del periodo
formativo. La gran similitud entre los artefactos del periodo formativo
hallados en los sitios de Morelos y los del valle de México nos demuestra que
las dos regiones estuvieron estrechamente relacionadas culturalmente durante
todo este periodo. Sin embargo Chalcatzingo es el único lugar conocido,
anterior al 500 a.C.
situado en el valle de Morelos de la Región México-Puebla,
que cuenta con una importante arquitectura pública y monumentos de piedra
tallada parecidos a los olmecas.
Las primeras exploraciones en Chalcatzingo se
hicieron en 1934 y estuvieron a cargo de la arqueóloga Eulalia Guzmán, a quien
le llamo la atención el sitio por rumores acerca del hallazgo de una enorme
escultura de piedra encontrada dos años antes por unos niños (la historia se
puede encontrar completa en la página 166 de la lectura). Pero las excavaciones
arqueológicas no se llevaron a cabo hasta 1953, investigación dirigida por Piña
Chan quien ayudó a situar cronológicamente el sitio en el periodo Formativo. El
segundo proyecto de investigación (1972-1976) fue dirigida por los arqueólogos
jorge Angulo, Raúl Arana y nuestro autor; de esta investigación se sabe ahora
que la ladera del cerro de Chalcatzingo fue habitada y cultivada en 1500 a.C. A lo largo de la ocupación
del sitio se pueden establecer tres fases de ocupación: Fase Amate (1500-1100 a.C.), seguida de la Fase Barranca (1100-700 a.C.) concluyendo en la Fase Cantera (700-500 a.C.); fue durante este
último periodo que el sitio alcanzó su máximo tamaño y su mayor importancia.
Dentro de las líneas
de esta lectura se nos describe con detalle los bajorrelieves de este sitio
arqueológico, las características de estos (destacando la escena sobrenatural
en la escultura denominada monumento 12, donde aparece representada una persona
con los brazos extendidos. Por ello se le nombró “El volador”.) y su ubicación.
Además se describe la arquitectura temprana; sobre todo se hace hincapié en los
rasgos arquitectónicos del sitio y la influencia olmeca que se deja ver (se
menciona también la representación de una mujer –monumento 21— y las
similitudes iconográficas entre este monumento y el lejano sitio de
Teopantecuanitlan). Es difícil encontrar una respuesta favorable acerca de la
interrogante del porque durante un periodo de aproximadamente 200 años, los
jefes de Chalcatzingo adoptaron el estilo de arte monumental olmeca para
realzar su prestigio.
Guadalupe Martínez
Donjuán y su lectura Los olmecas en el
estado de Guerrero[2],
Es básicamente un análisis que trata los temas relacionados con la presencia de
la “cultura olmeca” en el estado de Guerrero. Este estado arqueológicamente
carece de una identidad cultural que lo tipifique. Ha sido descrito como “un
territorio de paso de influencias”, Es innegable, sin embargo, que en Guerrero
hubo desarrollos locales y regionales; la tradición lapidaria es un ejemplo. La
técnica del tallado se gestó desde tiempos muy tempranos; se impulsó con los
olmecas y se gesto en el estilo mezcala. Desgraciadamente el saqueo, devastador
e incontrolable, ha destruido gran parte de los elementos coyunturales para
definir las características de estos y otros desarrollos regionales,
entre ellos el olmeca. Nuestro autor menciona que por causa del saqueo
desmedido, Guerrero ha sido uno de los principales abastecedores de piezas
olmecas desde hace muchos años. Por los años cuarenta Miguel Covarrubias, al
estar en contacto con la gran cantidad de objetos que circuló en esos años,
llegó a proponer a Guerrero como cuna de la cultura olmeca, tras analizar las
piezas de saqueo. Tiempo después y basado en un estudio de hachas votivas,
Wicke, propuso lo mismo para Oaxaca. La controversia no se hizo esperar
(imaginaos el porque). Las piezas de saque no representaban un argumento válido
para el grupo que defendía (con estudios y hallazgos in situ) la génesis del Golfo.
Fue en el año de 1983, cuando un sorpresivo hallazgo olmeca, el del
sitio monumental de Teopantecuanitlán, empezó a hacer reflexionar a varios
investigadores sobre lo plantado acerca del origen y desarrollo de la cultura
olmeca. Aunque como menciona nuestro autor, no se pretende en su lectura
establecer el origen de la cultura olmeca, simplemente darle el lugar que tiene
en Guerrero el desarrollo de la cultura olmeca. Pues en el estado de Guerrero
la interpretación de los restos arqueológicos vinculados con la cultura olmeca
se vincula con la influencia de la difusión religiosa, de conquista militar,
colonización, relaciones de intercambio comercial y alianzas matrimoniales que
llegaron desde “la zona nuclear olmeca”. Parte de las manifestaciones de la
cultura olmeca en Guerrero están representados por las pinturas de Juxtlahuaca
y Oxtotitlán[3], así
como por diversos objetos de barro, de jade y otro tipo de piedras encontradas
en Olinalá, además de muchos otros objetos.
En esta lectura
también se mencionan varias zonas con detalles propios de la cultura olmeca:
Tepila, Texayac Coovisur y Temixco II. Por supuesto se menciona el sitio
arqueológico de Teopantecuanitlán[4],
localizado en el municipio de Copalillo, al sur de un pequeño valle
intermontano flanqueado por elevaciones montañosas. Nuestra autora menciona que
de las 161 hectáreas
en que fue delimitado oficialmente esta zona arqueológica, sólo se conoce el
10%. Naturalmente en las líneas siguientes de la obra de Martínez Donjuán se
describe la zona arqueológica, se sitúa cronológicamente, se hace mención de la
arquitectura de este lugar; se describen las características del recinto, El canal, La Plataforma Norte,
las estructuras 2 y 3, Las tumbas de bóvedas Falsa, Los Hornos y el juego de pelota.
Teopantecuanitlán
refleja, a través de sus obras, el conocimiento y el dominio, cuya extensión
alcanza a sitios como Coovisur y Temixco II. Su hallazgo ha venido a remover
viejas tesis y si esto hubiese sucedido en los años cuarenta, hubiese puesto en
disyuntiva a varios de los antiguos defensores de la génesis olmeca.
PERIODO FORMATIVO EN OAXACA: EL
EDIFICIO DE LOS DANZANTES
En la lectura[5]
de nuestro autor Roman Piña Chan, es una descripción y análisis de Monte Albán
en el periodo formativo. Se describe las decoraciones del Edificio de los
Danzantes en Monte Albán. Esta lectura se divide en tres secciones las cuales
tratan y describen aspectos fundamentales en la comprensión cultural de los
habitantes de Monte Albán. La primera parte trata acerca del edificio de los
Danzantes, se describe y analiza las lozas encontradas y pertenecientes a él.
En la siguiente parte, se torna el análisis y descripciones sobre la estela de
la fundación de monte Albán. En esta parte de la lectura se describen los
glifos calendáricos y se hace una interpretación y la traducción. Por último se
observa la sección llamada Los
recolectores de tributos. Igual que en las anteriores se hace mención de
los relieves, la descripción y el análisis y traducción de estos.
Los Danzantes
El edificio de Monte Albán conocido como los
Danzantes es una plataforma rectangular de unos 86 m. de largo por 20 m. de ancho y 6 m. de altura. En su frente se
levante una ancha escalinata de unos 40 m. de ancho. Ésta tenía en su base cuatro
escalones que dejaban un pasillo, y a partir de éste se levantaba la escalinata
propiamente dicha, que conducía a la parte superior donde debieron haberse
levantado algunos templos.
Su principal característica es que el frente y
posiblemente los lados estuvieran revestidos con grandes piedras irregulares
con un tamaño variable, decoradas en bajorrelieve y ringleras. Primero había
una fila de grandes bloques verticales que fueron llamados “danzantes”; luego
seguía otra fila encima en bloques angostos, horizontales, a los que se les
denominó “nadadores”, y por encima de esta se repetían hileras de danzantes y
nadadores.
Hasta la fecha se tienen más de 200 bloques
con figuras de esos llamados “danzantes y nadadores”, aunque muy pocos están en
su lugar de origen, pues el edificio fue destruido y las piedras reutilizadas
en otras construcciones de Monte Albán.
En torno a ellas se han hecho un gran número
de hipótesis. En esta lectura se presenta una de estas hipótesis: Fue concebida
como una galería de retratos esquematizados de personas vivas y dinámicas, que
constituían una organización social muy especial, que detentaba el poder y
controlaba la sociedad. Por el estilo de los relieves, dicha organización
estaba constituida por un grupo de raigambre olmeca, estaba constituida
principalmente por sacerdotes[6].
También se habla acerca de la organización de estos pueblos, clasificándose en
cinco grupos[7].
Líneas más abajo se describen los bajorrelieves de los bloques y podemos
concluir que en estos bloques se describen a estos cinco grupos[8].
Estela de la fundación de Monte
Albán
Durante sus exploraciones, Alfonso Caso
encontró todavía en su sitio, dos bloque de piedra con inscripciones
calendáricas, que fueron designadas como estelas 12 (A) y 13 (B). Éstas fueron encontradas en la
esquina sureste del edificio de los danzantes y, al igual que las figuras de
“nadadores y danzantes”, formaban parte de la decoración y del mensaje glífico
que dentro del contexto del edificio, parecían conmemorar un hecho especial del
grupo olmeca gobernante, pues tenían una fecha calendárica.
Según Caso[9],
en la estela 12 (A) pueden verse, de arriba hacia abajo, los siguientes
jeroglíficos o signos.
- El signo del año.
- El portador o día en que comenzó el año, mes este caso 4 Serpiente.
- una mano cerrada con un pulgar visible.
- un glifo compuesto del signo bulto atado y otro no identificado.
- El signo calendárico 8 Vasija.
En la estela 13 (B) y según el mismo investigador, se
observa, también se arriba hacia abajo.
1. El glifo del año.
2. el día en que comenzó el año, que es 10 Tigre
o Jaguar.
3. una mano empuñando algo desconocido.
4. El glifo 1 Cabeza Humana.
5. el signo calendárico 4 W, que se parece a un
castillo o fortaleza.
Luego de que en la lectura de describiera a
los símbolos y se analizaran, se desprende la siguiente traducción:
A1.
“El año en que comenzó…
A2.
en el día 4 Lagarto…
A3.
se señaló, se indicó…
A4.
juntar los asientos o doblamientos…
B1.
en el Cerro del Jaguar.”
B2.
“Entonces mandaba, empuñaba la vara,
B3.
el señor 1 Mejilla Rayada”.
A5.
“era el día 8 Olla de Agua…
B4.
del mes 4 fortaleza.”
La estela se refiere a la fundación
de Monte Albán como principal centro civil y religioso, gracias a la reunión de
asentamientos. Gracias a la reunión de asentamientos vecinos que lo
reconocieron como cabecera, y desde entonces ya era un ligar dedicado al
Jaguar, constituido por una población zapoteca bajo el gobierno de un grupo
olmeca, el cual construyó el Edificio de los Danzantes para legitimizar su
organización social y su poder; dicho grupo no se olvidó de conmemorar tan
extraordinario suceso.
Los recolectores de tributos
Lozas encontradas en
el Edificio de los Danzantes en Monte Albán. Aquí Caso las designó con los
números 2, 6 y 8, llevan un par de jeroglíficos cada uno. La hipótesis en este
caso se basa en el hecho de que monte Albán empezó a sobresalir como un gran centro ceremonial en el llamado periodo I[10],
gracias a la influencia que tuvo este sitio, se mantenían tributos a otros
lugares del valle, esto se refleja en estas lozas denominadas 2, 6 y 8. en la
lectura se describen los detalles de las mismas y según el diccionario zapoteca de Córdova (1578) se traduciría como:
Danzante 2. En zapoteco: huetopa-chijna-lati mani (“recolector del
tributo en mantas listadas”).
Danzante 6. En zapoteco: huetopa-chijna-piguiñi coce (“recolector del
tributo en aves de rapiña”).
Danzante 8. En zapoteco: huetopa-chijna-peniguijo pinijni (“recolector
del tributo en hombres-ciervos”).
SIMBOLISMO Y ESCRITURA EPIOLMECA
Ejemplos de escritura del Golfo
Los primeros ejemplos
de escritura[11] en
el Golfo de México parecen contener más bien símbolos iconográficos que
jeroglíficos; pero no hay duda de que expresan conceptos fijos y por lo tanto
ideas que pueden ser descifradas. En estos casos su antigüedad podría ser
anterior a 400 a.C.,
aunque existen en otros monumentos muy posteriores. Y estos símbolos y glifos
provienen de la rica tradición olmeca aldeana, a la cual, en la costa del
Golfo, bien puede llamarse olmeca-premaya.
Monumento E de Tres Zapotes
De acuerdo con
Stirling, este monumento está grabado sobre una de las paredes del cause del
arroyo Hueyapan, a más de un metro de profundidad de la superficie del arroyo,
y al este del grupo conocido como “montículos quemados” en la zona de Tres
Zapotes, Veracruz.
Si
recordamos la simbología de la piel del jaguar de Atlihuayán; vemos que en este
monumento hay un cuadrado y una barra abajo o adherida que representaría a la
“tierra o milpa junto a una corriente de agua”, lo que
seguramente se refiere al lugar en que está ubicado Tres Zapotes; y
dentro del cuadrado hay tres elementos: un punto que no es numeral, sino el
“grano o semilla”; una barra que no es tampoco un numeral sino una “corriente
de agua”; y una especie de “T” cortada que puede empezar a significar “viento”,
como sucede en la glífica maya. Dentro se su aparente sencillez, este grabado
podría ser el topónimo del lugar, el cual se leería: “Lugar donde hay milpas de
maíz junto al río”, o “Lugar junto al río donde el maíz se mece con el viento”.
Monumento 13 de la Venta
Esta lápida,
descubierta por Druker y Wedel en 1943, lleva grabada una figura de pie que
lleva en la mano izquierda una especie de bandera, por lo que se le ha llamado
El Embajador. Su antigüedad puede colocarse hacia el 400 a.C. En esta lápida
vemos, atrás del individuo, la huella de un pie humano, que indica “caminar,
viajar”. Por debajo de la bandera se ven tres signos, que son: un círculo que
significa “grano o semilla”; luego una flor trilobada, y abajo la cabeza de una
ave con el pico curvo. Podría interpretarse como: “el comerciante o recolector
de tributos viaja (huella de pie) en
busca de los granos de cacao
(círculo), del algodón (flor
trilobada o “copo de algodón”) de las plumas
preciosas (ave con pico curvo que puede ser guacamaya, pericos, etc.)”. La
especie de bandera que lleva en la mano es la insignia de su profesión, que
después se convertiría en un bastón si el personaje era comerciante; y es
lógico pensar que como en La
Venta, Tabasco, se encuentra en la región ideal en donde se
da el cacao y los otros productos, los signos referidos (granho, flor, cabeza
de ave) adquieren esa connotación especial y metafórica en la costa: “cacao,
algodón, plumas preciosas”.
Simbología Olmeca Teocrática
La rica simbología[12]
de los grupos olmecas aldeanos se continúa durante el periodo de los centros
ceremoniales, de 900 a
200 a.C.,
ahora básicamente en la piedra[13].
Monumento 1 de Chalcatzingo
En el monumento 1 de Chalcatzingo, Morelos,
vemos una escena llena de simbolismos: Hay abajo y a la izquierda una boca de
jaguar estilizada y de perfil, la cual representa a una “caverna” en la tierra,
o “boca por donde se entra al vientre o entraña de la tierra”. Sobre la parte
superior de la caverna está el ojo del jaguar con su pupila en forma de Cruz de
San Andrés, lo que simboliza a “la tierra que cobija al sol” y “que dispensa el
calor solar”; y en tres puntos, que coincidirían también con los rumbos del
mundo, se ven “elementos vegetales” que nacen de la tierra. En el interior de
la caverna se encuentra un sacerdote sentado sobre una especie de banco o trono
que lleva grabado un símbolo en forma de “S” horizontal, el cual representa al
“viento”, que se lee como “el que produce el viento”; también lleva en los
brazos una barra de mando con el signo “S” horizontal, lo que se traduce como
“el que gobierna o manda al viento”; en su faldilla lleva unos bastoncitos con
círculos en un extremo, que indican “gotas de agua”; y a la altura del tocado
de ve una composición glífica, formada por unos granos de maíz y espigas, junto
a un bloque con nubes y bastoncitos con círculos (“nube de lluvia con gotas de
agua”). A su vez, de la caverna sale el “viento” en forma de tres grupos de
volutas (una voluta sola y dos o tres combinadas).
En la parte de arriba vemos tres conjuntos de
“nubes”, ilustradas con belfos superiores del jaguar con bordes ondulantes y
superpuestos, de las cuales sale una serie de líneas paralelas que representan
la “lluvia”; y de ellas caen también bastoncitos con un circulo en el extremo,
que simbolizan “gotas de agua”. Símbolos de la “vegetación” y chalchihuites o
“granos preciosos”, especie de gotas verdes que caen del cielo, completan el
conjunto.
Toda la escena se
refiere a la celebración de un culto que se realizaba en las cuevas o cavernas,
para invocar a la lluvia que permitiría a la tierra cubrirse de vegetación, y
por consiguiente obtener maíz. El encargado de tal culto era el sacerdote o
chamán, que tendría el poder de gobernar el viento que salía de las entrañas de
la
tierra; y así, lo dirigiría hacia las nubes de lluvia, cargadas de
agua, las cuales, al desplazarse en el cielo, dejaban caer las gotas de agua,
el líquido precioso, que fertilizaba la tierra.
Con estos nuevos
símbolos[14]
podemos entender muchas de las representaciones que aparecen en las obras de
los olmecas teocráticos.
Monumento 14 de Chalcatzingo
En el monumento 14 de
Chalcatzingo, Morelos, Se aprecia a un jaguar echado sobre una gran “S” a manera
de roca, lo que se interpreta como “el que produce viento”, que es la
tierra jaguar, a través de su boca,
“cueva o caverna”. El viento que sale de su boca es también su “aliento” y por
lo tanto su “rugido”, el cual se eleva en una doble voluta, y el viento mueve a
la nube que descarga su contenido en “gotas de agua”.
Monumento 4 de Chalcatzingo
En este monumento se representan dos jaguares
–-uno inferior y otro superior— que parece han dado muerte a un hombre, cada
uno de ellos, y están prestos a devorarlos. Esto se entiende teniendo en cuenta
que la tierra (el jaguar) es una deidad benévola pero a la ves maléfica, puede
dar y quitar la vida (vida y muerte tienen lugar sobre su superficie) haciendo
brotar los frutos que dan el aliento al hombre o negándoselos cuando no es
fecundada por el agua o hay exceso de ella. Por otra parte, la cesación de la
vida, los que mueren, son tragados por la tierra, pues en su interior se
encuentra el inframundo.
Así,
el jaguar superior del monumento 4 representa a la “tierra” y por ello tiene en
el ojo la típica Cruz de San Andrés; lleva también el belfo superior abultado y
la hendidura o “V” en la frente. Del jaguar inferior, de la nariz al estómago
corre una corriente de agua, y de los orificios de su nariz salen “semillas que
germinan” y una “planta”. Al extremo de su cola hay tres pequeñas barras
hendidas que podrían ser también “frutos que fructifican”. Esto, más el hombre
que yace bajo sus garras, podrían indicar que la tierra ha sido propiciada
mediante un sacrificio humano, para que haya lluvia o vegetación, o simplemente
la reiteración del principio básico de la tierra: el dar y quitar la vida[15].
Monumento 30 de La Venta Tabasco
Se aprecia un jaguar similar al de
Chalcatzingo, aunque fragmentado, se aprecia muy bien el lomo y la cabeza del
animal; en la cabeza vemos el ojo con la cruz de San Andrés, la frente con la
hendidura en “V”, el belfo superior que señala la entrada, una línea ondulante
y un fragmento de barra, que indican “agua corriente”; en la región del cuello
se aprecian dos objetos, que pueden ser implementos de labranza (uno de ellos
es el bastón plantador con el que se hiere la piel o superficie de la tierra,
así como una planta) . En el
lomo hay una serie de círculos que son las semillas depositadas en la tierra,
así como pequeñas líneas ondulantes que representan surcos, tal vez con agua de
lluvia que permitirá que germinen las semillas.
En esta parte de la
lectura se hace mención de una ofrenda de hachas petaloides, dos de las cuales
se analizan en la lectura, sin embargo en el caso de describirlas en este
trabajo, se extendería bastante por lo cual las he de omitirlas (para leer los
datos en la obras de nuestro autor consultar la página 47).
Estela C de Tres Zapotes
Otro monumento que se comenta en la lectura de
nuestro autor. Su fecha en numerales de puntos y barras la coloca en 31. a.C., la estela contiene
un mascarón típicamente olmeca visto de frente (en la imagen de la obra de
nuestro autor; se aprecia prácticamente en el centro de la estela), pero que
muestra ya ciertas variaciones en su
simbolismo, tal ves por ser tardío[16].
En el mascaron de la estela C se reúnen, entonces, también el cielo y
la tierra; de la nariz hacia arriba esta el cielo y de la nariz hacia abajo
esta la tierra. La forma un largo rectángulo compuesto de tres partes: en la
central está la boca abierta del dios, en la que se ven dos barras esquinadas,
dos ganchos como volutas junto a las comisuras y dos pequeños círculos, todo lo
cual se refiere a la “tierra, con su entrada o caverna, corrientes de agua y
viento”; a la vez, fuera de la boca hay dos especies de triángulos formados por
una “V” que puede significar “la abertura por donde sale la planta”. En las
otras dos partes, a los lados, hay símbolos en forma de corchetes en “U” y
círculos que indican “parcelas de cultivo con semillas”.
Encima del plano
terrestre está la nariz del dios que se junta con las cejas y tiene la frente
hendida. De sus ojos caen unos bastoncitos con círculos en los extremos, los
cuales representan sus lágrimas y por tanto “gotas de agua” que caen en la
tierra. De la hendidura frontal sale un corchete angular que significa “boca o
cueva”, y encima ha y una “V” que simboliza el “rayo de luz”. A continuación
hay un signo como “hollín” o “movimiento” y encima está la cara de una deidad.
El resto de la composición se hace a base de “flamas o fuego”.
Como conclusión del análisis de este mascaron
de la estela C de Tres Zapotes, me gustaría citar a nuestro autor:
Así,
todo el frente de la estela C de Tres Zapotes es una alegoría en la que se
conjuntan tres deidades: de la tierra, de la lluvia y del sol, pero tan
estrechamente asociadas, que parecería toda una sola en proceso de separación.
En este caso, el mascaron jaguaresco representa, de la nariz hacia abajo, a la
diosa tierra; de la nariz hasta el frente, al “dios que llora la lluvia sobre
la tierra”, antecedente del dios Tláloc o de la lluvia; y, de la frente hacia
arriba, representa al dios solar, el cual nace cada día del inframundo y retorna
a él; aquí está saliendo de la tierra y por ello los signos del rayo, de la luz
y movimiento indican su ascenso. Así también se deduce la concepción de que la
“tierra” (jaguar) es la creadora de los otros dioses[17].
[1] S/A. Grove C David. Los Olmecas en chalcatzingo. En: Olmecas en Mesoamérica. Ed.
El equilibrista. México. pp.:165-173.
[2] S/A Donjuán Martínez Guadalupe. Los
olmecas en el estado de Guerrero. En: Olmecas
en Mesoamérica. Ed. El equilibrista. México. pp.: 143-163.
[3] Juxtlahuaca en el nombre de unas extensas grutas localizadas cerca del
poblado Colotitla, en el municipio de Quechultenango a 42 km. de Chilpancingo. En
ellas se encontraron los restos óseos de enterramientos humanos y tres pinturas
olmecas. Estas pinturas fueron dadas a conocer en 1967 por Carlo Gay.
En Oxtotitlán se hallaron pinturas en
dos grutas juntas y de poca profundidad, cerca del poblado de Acatlán en el
municipio de Chilapa, al norte de Juxtlahuaca. Fueron dadas a conocer por David
Grove en 1968. Además de otras pinturas como las de Cacahuaziziqui, ubicadas en
el municipio de Copanatoyac, en la región de la montaña y fueron dadas a
conocer por Villela en 1989.
Para mayores detalles de las pinturas,
las lecturas completas se encuentra en las páginas 149 y 150 de la obra de
nuestra autora: Guadalupe Martínez Donjuán.
[4] Teopantecuanitlán significa “el lugar del templo de los dioses
jaguares”.
[5] 1995. Piña Chan Roman. Los
Danzantes. En: EL lenguaje de las
piedras. Ed. FCE. México. pp.: 69-85.
[6] En la lectura de nuestro autor se describe lo que pudo haber sido la
organización de sacerdotes en el estado de Oaxaca (Piña Chan Roman et al,.
1995. pp.: 71-73.).
[7] Según mi criterio no hace falta ponerlos en este trabajo, pues se
entiende que el presente trabajo es un análisis de la lectura y extracción de
ideas principales. Para mayores detalles de estos grupos consultar la página 73
de la lectura de nuestro autor.
[8] Para mayores detalles leer las páginas de la 73 a la 75 de la lectura de
nuestro autor.
[9] Notas de referencias bibliográficas en la página 78 de nuestro autor.
[10] Entre los año 600 y 200 años a.C.
[11] La primera parte del control de lectura es basado en la lectura de
Roman Piña Chan (1995. Piña Chan Roman. Ejemplos
de escritura en el Golfo. En: El
lenguaje de las piedras. FCE. México. pp.: 51-53.).
[12] La segunda lectura corresponde a: 1995. Piña Chan Roman. Simbología Olmeca Teocrática. En: El lenguaje de las piedras. FCE. México.
pp.: 40-50.
[13] Así, en los relieves grabados sobre rocas, hachas, mascaras y otras,
es fácil advertir varios símbolos de la etapa anterior y algunos nuevos.
[14] En la lectura de nuestro autor hace referencia que además de los
símbolos antes citados hay varios otros símbolos más.
[15] Piña Chan Roman et al., 1995. p.45.
[16] Nuestro autor describe en la página 47 y 49 que como antecedente a la
explicación hay que señalar que en esa época, en el extremo superior de varias
hachas, se ha encontrado la efigie del dios jaguar con cejas, ojos y boca con
los extremos hacia abajo, así como la frente hendida en “V”. Esta
representación se va simplificando hasta el grado de perder los ojos y las
cejas, luego la boca, y quedar sólo un cuadrado o rectángulo con hendidura o
sin ella.
[17] Piña Chan Roman et al., 1995. p. 49-50.
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