martes, 2 de abril de 2013

LA ESCRITURA, EL CALENDARIO Y LA NUMERACIÓN EN EL PRECLÁSICO MESOAMERICANO



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Profesor: Ricardo Ceballos Soto.
Nombre del curso: Historia de México I. Época prehispánica y colonial.
Alumno: Benjamín Pérez Armas


 






LA ESCRITURA, EL CALENDARIO Y LA NUMERACIÓN

            En la lectura de David C. Grove[1], se tratan y analizan los rasgos más importantes y característicos del sitio arqueológico de Chalcatzingo. Localizado en el centro del valle de Amatzinac, a los pies de los cerros de Chalcatzingo y Delgado. El actual pueblo de Chalcatzingo surgió durante la época colonial; está situado a 1.5 Km. al norte de los cerros y sus tierras de cultivo abarcan parte del sitio arqueológico. Los vestigios arqueológicos indican que hacia el 1000 a.C. el área de Morelos ya estaba densamente ocupada por pequeños pueblos agrícolas del periodo formativo. La gran similitud entre los artefactos del periodo formativo hallados en los sitios de Morelos y los del valle de México nos demuestra que las dos regiones estuvieron estrechamente relacionadas culturalmente durante todo este periodo. Sin embargo Chalcatzingo es el único lugar conocido, anterior al 500 a.C. situado en el valle de Morelos de la Región México-Puebla, que cuenta con una importante arquitectura pública y monumentos de piedra tallada parecidos a los olmecas.
             Las primeras exploraciones en Chalcatzingo se hicieron en 1934 y estuvieron a cargo de la arqueóloga Eulalia Guzmán, a quien le llamo la atención el sitio por rumores acerca del hallazgo de una enorme escultura de piedra encontrada dos años antes por unos niños (la historia se puede encontrar completa en la página 166 de la lectura). Pero las excavaciones arqueológicas no se llevaron a cabo hasta 1953, investigación dirigida por Piña Chan quien ayudó a situar cronológicamente el sitio en el periodo Formativo. El segundo proyecto de investigación (1972-1976) fue dirigida por los arqueólogos jorge Angulo, Raúl Arana y nuestro autor; de esta investigación se sabe ahora que la ladera del cerro de Chalcatzingo fue habitada y cultivada en 1500 a.C. A lo largo de la ocupación del sitio se pueden establecer tres fases de ocupación: Fase Amate (1500-1100 a.C.), seguida de la Fase Barranca (1100-700 a.C.) concluyendo en la Fase Cantera (700-500 a.C.); fue durante este último periodo que el sitio alcanzó su máximo tamaño y su mayor importancia.
            Dentro de las líneas de esta lectura se nos describe con detalle los bajorrelieves de este sitio arqueológico, las características de estos (destacando la escena sobrenatural en la escultura denominada monumento 12, donde aparece representada una persona con los brazos extendidos. Por ello se le nombró “El volador”.) y su ubicación. Además se describe la arquitectura temprana; sobre todo se hace hincapié en los rasgos arquitectónicos del sitio y la influencia olmeca que se deja ver (se menciona también la representación de una mujer –monumento 21— y las similitudes iconográficas entre este monumento y el lejano sitio de Teopantecuanitlan). Es difícil encontrar una respuesta favorable acerca de la interrogante del porque durante un periodo de aproximadamente 200 años, los jefes de Chalcatzingo adoptaron el estilo de arte monumental olmeca para realzar su prestigio.

            Guadalupe Martínez Donjuán y su lectura Los olmecas en el estado de Guerrero[2], Es básicamente un análisis que trata los temas relacionados con la presencia de la “cultura olmeca” en el estado de Guerrero. Este estado arqueológicamente carece de una identidad cultural que lo tipifique. Ha sido descrito como “un territorio de paso de influencias”, Es innegable, sin embargo, que en Guerrero hubo desarrollos locales y regionales; la tradición lapidaria es un ejemplo. La técnica del tallado se gestó desde tiempos muy tempranos; se impulsó con los olmecas y se gesto en el estilo mezcala. Desgraciadamente el saqueo, devastador e incontrolable, ha destruido gran parte de los elementos coyunturales para definir las características de estos y otros desarrollos regionales,



entre ellos el olmeca. Nuestro autor menciona que por causa del saqueo desmedido, Guerrero ha sido uno de los principales abastecedores de piezas olmecas desde hace muchos años. Por los años cuarenta Miguel Covarrubias, al estar en contacto con la gran cantidad de objetos que circuló en esos años, llegó a proponer a Guerrero como cuna de la cultura olmeca, tras analizar las piezas de saqueo. Tiempo después y basado en un estudio de hachas votivas, Wicke, propuso lo mismo para Oaxaca. La controversia no se hizo esperar (imaginaos el porque). Las piezas de saque no representaban un argumento válido para el grupo que defendía (con estudios y hallazgos in situ) la génesis del Golfo.
Fue en el año de 1983, cuando un sorpresivo hallazgo olmeca, el del sitio monumental de Teopantecuanitlán, empezó a hacer reflexionar a varios investigadores sobre lo plantado acerca del origen y desarrollo de la cultura olmeca. Aunque como menciona nuestro autor, no se pretende en su lectura establecer el origen de la cultura olmeca, simplemente darle el lugar que tiene en Guerrero el desarrollo de la cultura olmeca. Pues en el estado de Guerrero la interpretación de los restos arqueológicos vinculados con la cultura olmeca se vincula con la influencia de la difusión religiosa, de conquista militar, colonización, relaciones de intercambio comercial y alianzas matrimoniales que llegaron desde “la zona nuclear olmeca”. Parte de las manifestaciones de la cultura olmeca en Guerrero están representados por las pinturas de Juxtlahuaca y Oxtotitlán[3], así como por diversos objetos de barro, de jade y otro tipo de piedras encontradas en Olinalá, además de muchos otros objetos.
            En esta lectura también se mencionan varias zonas con detalles propios de la cultura olmeca: Tepila, Texayac Coovisur y Temixco II. Por supuesto se menciona el sitio arqueológico de Teopantecuanitlán[4], localizado en el municipio de Copalillo, al sur de un pequeño valle intermontano flanqueado por elevaciones montañosas. Nuestra autora menciona que de las 161 hectáreas en que fue delimitado oficialmente esta zona arqueológica, sólo se conoce el 10%. Naturalmente en las líneas siguientes de la obra de Martínez Donjuán se describe la zona arqueológica, se sitúa cronológicamente, se hace mención de la arquitectura de este lugar; se describen las características del recinto, El canal, La Plataforma Norte, las estructuras 2 y 3, Las tumbas de bóvedas Falsa, Los Hornos y  el juego de pelota.
            Teopantecuanitlán refleja, a través de sus obras, el conocimiento y el dominio, cuya extensión alcanza a sitios como Coovisur y Temixco II. Su hallazgo ha venido a remover viejas tesis y si esto hubiese sucedido en los años cuarenta, hubiese puesto en disyuntiva a varios de los antiguos defensores de la génesis olmeca.  

PERIODO FORMATIVO EN OAXACA: EL EDIFICIO DE LOS DANZANTES



En la lectura[5] de nuestro autor Roman Piña Chan, es una descripción y análisis de Monte Albán en el periodo formativo. Se describe las decoraciones del Edificio de los Danzantes en Monte Albán. Esta lectura se divide en tres secciones las cuales tratan y describen aspectos fundamentales en la comprensión cultural de los habitantes de Monte Albán. La primera parte trata acerca del edificio de los Danzantes, se describe y analiza las lozas encontradas y pertenecientes a él. En la siguiente parte, se torna el análisis y descripciones sobre la estela de la fundación de monte Albán. En esta parte de la lectura se describen los glifos calendáricos y se hace una interpretación y la traducción. Por último se observa la sección llamada Los recolectores de tributos. Igual que en las anteriores se hace mención de los relieves, la descripción y el análisis y traducción de estos. 






Los Danzantes

El edificio de Monte Albán conocido como los Danzantes es una plataforma rectangular de unos 86 m. de largo por 20 m. de ancho y 6 m. de altura. En su frente se levante una ancha escalinata de unos 40 m. de ancho. Ésta tenía en su base cuatro escalones que dejaban un pasillo, y a partir de éste se levantaba la escalinata propiamente dicha, que conducía a la parte superior donde debieron haberse levantado algunos templos.
Su principal característica es que el frente y posiblemente los lados estuvieran revestidos con grandes piedras irregulares con un tamaño variable, decoradas en bajorrelieve y ringleras. Primero había una fila de grandes bloques verticales que fueron llamados “danzantes”; luego seguía otra fila encima en bloques angostos, horizontales, a los que se les denominó “nadadores”, y por encima de esta se repetían hileras de danzantes y nadadores.
Hasta la fecha se tienen más de 200 bloques con figuras de esos llamados “danzantes y nadadores”, aunque muy pocos están en su lugar de origen, pues el edificio fue destruido y las piedras reutilizadas en otras construcciones de Monte Albán. 
En torno a ellas se han hecho un gran número de hipótesis. En esta lectura se presenta una de estas hipótesis: Fue concebida como una galería de retratos esquematizados de personas vivas y dinámicas, que constituían una organización social muy especial, que detentaba el poder y controlaba la sociedad. Por el estilo de los relieves, dicha organización estaba constituida por un grupo de raigambre olmeca, estaba constituida principalmente por sacerdotes[6]. También se habla acerca de la organización de estos pueblos, clasificándose en cinco grupos[7]. Líneas más abajo se describen los bajorrelieves de los bloques y podemos concluir que en estos bloques se describen a estos cinco grupos[8].

Estela de la fundación de Monte Albán


            Durante sus exploraciones, Alfonso Caso encontró todavía en su sitio, dos bloque de piedra con inscripciones calendáricas, que fueron designadas como estelas 12 (A)  y 13 (B). Éstas fueron encontradas en la esquina sureste del edificio de los danzantes y, al igual que las figuras de “nadadores y danzantes”, formaban parte de la decoración y del mensaje glífico que dentro del contexto del edificio, parecían conmemorar un hecho especial del grupo olmeca gobernante, pues tenían una fecha calendárica.
            Según Caso[9], en la estela 12 (A) pueden verse, de arriba hacia abajo, los siguientes jeroglíficos o signos.

  1. El signo del año.
  2. El portador o día en que comenzó el año, mes este caso 4 Serpiente.
  3. una mano cerrada con un pulgar visible.
  4. un glifo compuesto del signo bulto atado y otro no identificado.
  5. El signo calendárico 8 Vasija.

En la estela 13 (B) y según el mismo investigador, se observa, también se arriba hacia abajo.

1.      El glifo del año.
2.      el día en que comenzó el año, que es 10 Tigre o Jaguar.
3.      una mano empuñando algo desconocido.
4.      El glifo 1 Cabeza Humana.
5.      el signo calendárico 4 W, que se parece a un castillo o fortaleza.







Luego de que en la lectura de describiera a los símbolos y se analizaran, se desprende la siguiente traducción:

     A1. “El año en que comenzó…
     A2. en el día 4 Lagarto…
     A3. se señaló, se indicó…
     A4. juntar los asientos o doblamientos…
     B1. en el Cerro del Jaguar.”

     B2. “Entonces mandaba, empuñaba la vara,
     B3. el señor 1 Mejilla Rayada”.

     A5. “era el día 8 Olla de Agua…
     B4. del mes 4 fortaleza.”

La estela se refiere a la fundación de Monte Albán como principal centro civil y religioso, gracias a la reunión de asentamientos. Gracias a la reunión de asentamientos vecinos que lo reconocieron como cabecera, y desde entonces ya era un ligar dedicado al Jaguar, constituido por una población zapoteca bajo el gobierno de un grupo olmeca, el cual construyó el Edificio de los Danzantes para legitimizar su organización social y su poder; dicho grupo no se olvidó de conmemorar tan extraordinario suceso.

Los recolectores de tributos

            Lozas encontradas en el Edificio de los Danzantes en Monte Albán. Aquí Caso las designó con los números 2, 6 y 8, llevan un par de jeroglíficos cada uno. La hipótesis en este caso se basa en el hecho de que monte Albán empezó a sobresalir como un gran centro           ceremonial en el llamado periodo I[10], gracias a la influencia que tuvo este sitio, se mantenían tributos a otros lugares del valle, esto se refleja en estas lozas denominadas 2, 6 y 8. en la lectura se describen los detalles de las mismas y según el diccionario zapoteca de Córdova (1578) se traduciría como:
Danzante 2. En zapoteco: huetopa-chijna-lati mani (“recolector del tributo en mantas listadas”).
Danzante 6. En zapoteco: huetopa-chijna-piguiñi coce (“recolector del tributo en aves de rapiña”).
Danzante 8. En zapoteco: huetopa-chijna-peniguijo pinijni (“recolector del tributo en hombres-ciervos”).     

SIMBOLISMO Y ESCRITURA EPIOLMECA

Ejemplos de escritura del Golfo

            Los primeros ejemplos de escritura[11] en el Golfo de México parecen contener más bien símbolos iconográficos que jeroglíficos; pero no hay duda de que expresan conceptos fijos y por lo tanto ideas que pueden ser descifradas. En estos casos su antigüedad podría ser anterior a 400 a.C., aunque existen en otros monumentos muy posteriores. Y estos símbolos y glifos provienen de la rica tradición olmeca aldeana, a la cual, en la costa del Golfo, bien puede llamarse olmeca-premaya.

Monumento E de Tres Zapotes

            De acuerdo con Stirling, este monumento está grabado sobre una de las paredes del cause del arroyo Hueyapan, a más de un metro de profundidad de la superficie del arroyo, y al este del grupo conocido como “montículos quemados” en la zona de Tres Zapotes, Veracruz.
            Si recordamos la simbología de la piel del jaguar de Atlihuayán; vemos que en este monumento hay un cuadrado y una barra abajo o adherida que representaría a la “tierra o milpa junto a una corriente de agua”, lo que



seguramente se refiere al lugar en que está ubicado Tres Zapotes; y dentro del cuadrado hay tres elementos: un punto que no es numeral, sino el “grano o semilla”; una barra que no es tampoco un numeral sino una “corriente de agua”; y una especie de “T” cortada que puede empezar a significar “viento”, como sucede en la glífica maya. Dentro se su aparente sencillez, este grabado podría ser el topónimo del lugar, el cual se leería: “Lugar donde hay milpas de maíz junto al río”, o “Lugar junto al río donde el maíz se mece con el viento”.

Monumento 13 de la Venta

            Esta lápida, descubierta por Druker y Wedel en 1943, lleva grabada una figura de pie que lleva en la mano izquierda una especie de bandera, por lo que se le ha llamado El Embajador. Su antigüedad puede colocarse hacia el 400 a.C. En esta lápida vemos, atrás del individuo, la huella de un pie humano, que indica “caminar, viajar”. Por debajo de la bandera se ven tres signos, que son: un círculo que significa “grano o semilla”; luego una flor trilobada, y abajo la cabeza de una ave con el pico curvo. Podría interpretarse como: “el comerciante o recolector de tributos viaja (huella de pie) en busca de los granos de cacao (círculo), del algodón (flor trilobada o “copo de algodón”) de las plumas preciosas (ave con pico curvo que puede ser guacamaya, pericos, etc.)”. La especie de bandera que lleva en la mano es la insignia de su profesión, que después se convertiría en un bastón si el personaje era comerciante; y es lógico pensar que como en La Venta, Tabasco, se encuentra en la región ideal en donde se da el cacao y los otros productos, los signos referidos (granho, flor, cabeza de ave) adquieren esa connotación especial y metafórica en la costa: “cacao, algodón, plumas preciosas”. 

Simbología Olmeca Teocrática

La rica simbología[12] de los grupos olmecas aldeanos se continúa durante el periodo de los centros ceremoniales, de 900 a 200 a.C., ahora básicamente en la piedra[13].
           
Monumento 1 de Chalcatzingo

En el monumento 1 de Chalcatzingo, Morelos, vemos una escena llena de simbolismos: Hay abajo y a la izquierda una boca de jaguar estilizada y de perfil, la cual representa a una “caverna” en la tierra, o “boca por donde se entra al vientre o entraña de la tierra”. Sobre la parte superior de la caverna está el ojo del jaguar con su pupila en forma de Cruz de San Andrés, lo que simboliza a “la tierra que cobija al sol” y “que dispensa el calor solar”; y en tres puntos, que coincidirían también con los rumbos del mundo, se ven “elementos vegetales” que nacen de la tierra. En el interior de la caverna se encuentra un sacerdote sentado sobre una especie de banco o trono que lleva grabado un símbolo en forma de “S” horizontal, el cual representa al “viento”, que se lee como “el que produce el viento”; también lleva en los brazos una barra de mando con el signo “S” horizontal, lo que se traduce como “el que gobierna o manda al viento”; en su faldilla lleva unos bastoncitos con círculos en un extremo, que indican “gotas de agua”; y a la altura del tocado de ve una composición glífica, formada por unos granos de maíz y espigas, junto a un bloque con nubes y bastoncitos con círculos (“nube de lluvia con gotas de agua”). A su vez, de la caverna sale el “viento” en forma de tres grupos de volutas (una voluta sola y dos o tres combinadas).
En la parte de arriba vemos tres conjuntos de “nubes”, ilustradas con belfos superiores del jaguar con bordes ondulantes y superpuestos, de las cuales sale una serie de líneas paralelas que representan la “lluvia”; y de ellas caen también bastoncitos con un circulo en el extremo, que simbolizan “gotas de agua”. Símbolos de la “vegetación” y chalchihuites o “granos preciosos”, especie de gotas verdes que caen del cielo, completan el conjunto.
            Toda la escena se refiere a la celebración de un culto que se realizaba en las cuevas o cavernas, para invocar a la lluvia que permitiría a la tierra cubrirse de vegetación, y por consiguiente obtener maíz. El encargado de tal culto era el sacerdote o chamán, que tendría el poder de gobernar el viento que salía de las entrañas de la



tierra; y así, lo dirigiría hacia las nubes de lluvia, cargadas de agua, las cuales, al desplazarse en el cielo, dejaban caer las gotas de agua, el líquido precioso, que fertilizaba la tierra.
            Con estos nuevos símbolos[14] podemos entender muchas de las representaciones que aparecen en las obras de los olmecas teocráticos.

Monumento 14 de Chalcatzingo

            En el monumento 14 de Chalcatzingo, Morelos, Se aprecia a un jaguar echado sobre una gran “S” a manera de roca, lo que se interpreta como “el que produce viento”, que es la tierra  jaguar, a través de su boca, “cueva o caverna”. El viento que sale de su boca es también su “aliento” y por lo tanto su “rugido”, el cual se eleva en una doble voluta, y el viento mueve a la nube que descarga su contenido en “gotas de agua”.

 Monumento 4 de Chalcatzingo

            En este monumento se representan dos jaguares –-uno inferior y otro superior— que parece han dado muerte a un hombre, cada uno de ellos, y están prestos a devorarlos. Esto se entiende teniendo en cuenta que la tierra (el jaguar) es una deidad benévola pero a la ves maléfica, puede dar y quitar la vida (vida y muerte tienen lugar sobre su superficie) haciendo brotar los frutos que dan el aliento al hombre o negándoselos cuando no es fecundada por el agua o hay exceso de ella. Por otra parte, la cesación de la vida, los que mueren, son tragados por la tierra, pues en su interior se encuentra el inframundo.
Así, el jaguar superior del monumento 4 representa a la “tierra” y por ello tiene en el ojo la típica Cruz de San Andrés; lleva también el belfo superior abultado y la hendidura o “V” en la frente. Del jaguar inferior, de la nariz al estómago corre una corriente de agua, y de los orificios de su nariz salen “semillas que germinan” y una “planta”. Al extremo de su cola hay tres pequeñas barras hendidas que podrían ser también “frutos que fructifican”. Esto, más el hombre que yace bajo sus garras, podrían indicar que la tierra ha sido propiciada mediante un sacrificio humano, para que haya lluvia o vegetación, o simplemente la reiteración del principio básico de la tierra: el dar y quitar la vida[15].

Monumento 30 de La Venta Tabasco

            Se aprecia un jaguar similar al de Chalcatzingo, aunque fragmentado, se aprecia muy bien el lomo y la cabeza del animal; en la cabeza vemos el ojo con la cruz de San Andrés, la frente con la hendidura en “V”, el belfo superior que señala la entrada, una línea ondulante y un fragmento de barra, que indican “agua corriente”; en la región del cuello se aprecian dos objetos, que pueden ser implementos de labranza (uno de ellos es el bastón plantador con el que se hiere la piel o superficie de la tierra, así como una planta)            . En el lomo hay una serie de círculos que son las semillas depositadas en la tierra, así como pequeñas líneas ondulantes que representan surcos, tal vez con agua de lluvia que permitirá que germinen las semillas.
            En esta parte de la lectura se hace mención de una ofrenda de hachas petaloides, dos de las cuales se analizan en la lectura, sin embargo en el caso de describirlas en este trabajo, se extendería bastante por lo cual las he de omitirlas (para leer los datos en la obras de nuestro autor consultar la página 47).

Estela C de Tres Zapotes

Otro monumento que se comenta en la lectura de nuestro autor. Su fecha en numerales de puntos y barras la coloca en 31. a.C., la estela contiene un mascarón típicamente olmeca visto de frente (en la imagen de la obra de nuestro autor; se aprecia prácticamente en el centro de la estela), pero que muestra  ya ciertas variaciones en su simbolismo, tal ves por ser tardío[16].
           


En el mascaron de la estela C se reúnen, entonces, también el cielo y la tierra; de la nariz hacia arriba esta el cielo y de la nariz hacia abajo esta la tierra. La forma un largo rectángulo compuesto de tres partes: en la central está la boca abierta del dios, en la que se ven dos barras esquinadas, dos ganchos como volutas junto a las comisuras y dos pequeños círculos, todo lo cual se refiere a la “tierra, con su entrada o caverna, corrientes de agua y viento”; a la vez, fuera de la boca hay dos especies de triángulos formados por una “V” que puede significar “la abertura por donde sale la planta”. En las otras dos partes, a los lados, hay símbolos en forma de corchetes en “U” y círculos que indican “parcelas de cultivo con semillas”.
            Encima del plano terrestre está la nariz del dios que se junta con las cejas y tiene la frente hendida. De sus ojos caen unos bastoncitos con círculos en los extremos, los cuales representan sus lágrimas y por tanto “gotas de agua” que caen en la tierra. De la hendidura frontal sale un corchete angular que significa “boca o cueva”, y encima ha y una “V” que simboliza el “rayo de luz”. A continuación hay un signo como “hollín” o “movimiento” y encima está la cara de una deidad. El resto de la composición se hace a base de “flamas o fuego”.
Como conclusión del análisis de este mascaron de la estela C de Tres Zapotes, me gustaría citar a nuestro autor:
 
Así, todo el frente de la estela C de Tres Zapotes es una alegoría en la que se conjuntan tres deidades: de la tierra, de la lluvia y del sol, pero tan estrechamente asociadas, que parecería toda una sola en proceso de separación. En este caso, el mascaron jaguaresco representa, de la nariz hacia abajo, a la diosa tierra; de la nariz hasta el frente, al “dios que llora la lluvia sobre la tierra”, antecedente del dios Tláloc o de la lluvia; y, de la frente hacia arriba, representa al dios solar, el cual nace cada día del inframundo y retorna a él; aquí está saliendo de la tierra y por ello los signos del rayo, de la luz y movimiento indican su ascenso. Así también se deduce la concepción de que la “tierra” (jaguar) es la creadora de los otros dioses[17].









[1] S/A. Grove C David. Los Olmecas en chalcatzingo. En: Olmecas en Mesoamérica. Ed. El equilibrista. México. pp.:165-173.
[2] S/A Donjuán Martínez Guadalupe. Los olmecas en el estado de Guerrero. En: Olmecas en Mesoamérica. Ed. El equilibrista. México. pp.: 143-163. 
[3] Juxtlahuaca en el nombre de unas extensas grutas localizadas cerca del poblado Colotitla, en el municipio de Quechultenango a 42 km. de Chilpancingo. En ellas se encontraron los restos óseos de enterramientos humanos y tres pinturas olmecas. Estas pinturas fueron dadas a conocer en 1967 por Carlo Gay.
En Oxtotitlán se hallaron pinturas en dos grutas juntas y de poca profundidad, cerca del poblado de Acatlán en el municipio de Chilapa, al norte de Juxtlahuaca. Fueron dadas a conocer por David Grove en 1968. Además de otras pinturas como las de Cacahuaziziqui, ubicadas en el municipio de Copanatoyac, en la región de la montaña y fueron dadas a conocer por Villela en 1989.
Para mayores detalles de las pinturas, las lecturas completas se encuentra en las páginas 149 y 150 de la obra de nuestra autora: Guadalupe Martínez Donjuán.
[4] Teopantecuanitlán significa “el lugar del templo de los dioses jaguares”.
[5] 1995. Piña Chan Roman. Los Danzantes. En: EL lenguaje de las piedras. Ed. FCE. México. pp.: 69-85.
[6] En la lectura de nuestro autor se describe lo que pudo haber sido la organización de sacerdotes en el estado de Oaxaca (Piña Chan Roman et al,. 1995. pp.: 71-73.).
[7] Según mi criterio no hace falta ponerlos en este trabajo, pues se entiende que el presente trabajo es un análisis de la lectura y extracción de ideas principales. Para mayores detalles de estos grupos consultar la página 73 de la lectura de nuestro autor.
[8] Para mayores detalles leer las páginas de la 73 a la 75 de la lectura de nuestro autor.
[9] Notas de referencias bibliográficas en la página 78 de nuestro autor.
[10] Entre los año 600 y 200 años a.C.
[11] La primera parte del control de lectura es basado en la lectura de Roman Piña Chan (1995. Piña Chan Roman. Ejemplos de escritura en el Golfo. En: El lenguaje de las piedras. FCE. México. pp.: 51-53.).
[12] La segunda lectura corresponde a: 1995. Piña Chan Roman. Simbología Olmeca Teocrática. En: El lenguaje de las piedras. FCE. México. pp.: 40-50.
[13] Así, en los relieves grabados sobre rocas, hachas, mascaras y otras, es fácil advertir varios símbolos de la etapa anterior y algunos nuevos.
[14] En la lectura de nuestro autor hace referencia que además de los símbolos antes citados hay varios otros símbolos más.
[15] Piña Chan Roman et al., 1995. p.45.
[16] Nuestro autor describe en la página 47 y 49 que como antecedente a la explicación hay que señalar que en esa época, en el extremo superior de varias hachas, se ha encontrado la efigie del dios jaguar con cejas, ojos y boca con los extremos hacia abajo, así como la frente hendida en “V”. Esta representación se va simplificando hasta el grado de perder los ojos y las cejas, luego la boca, y quedar sólo un cuadrado o rectángulo con hendidura o sin ella.
[17] Piña Chan Roman et al., 1995. p. 49-50.

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