EL ECLIPSE DE LA FAMILIA
En la familia, el niño aprende aptitudes tan fundamentales como, hablar, asearse, vestirse ,obedecer a los mayores, compartir alimentos, participar en juegos colectivos, rezar a los dioses, distinguir a nivel primario lo que está bien de lo que esta mal, según las pautas de la comunidad a la que pertenece.
Después, en la escuela, los grupos de amigos, el lugar de trabajo, etc., llevaran a cavo la socialización secundaria. Si la socialización primaria se ha realizado de modo satisfactorio, la socialización secundaria será mucho más fructífera; caso contrario, los maestros o compañeros deberán perder mucho tiempo puliendo y civilizando a quien ya debería estar listo para menos elementales aprendizajes.
El aprendizaje familiar tiene como trasfondo el más eficaz de los instrumentos de coacción: la amenaza de perder el cariño de aquellos seres sin lo que aun no sabe cómo sobrevivir; como dice Goethe “da mas fuerza saberse amado que saberse fuerte”, me refiero a una cosa rara, quizá en cierto modo perversa, los niños felices, no los niños mimados o súper protegidos. La educación familiar funciona por vía del ejemplo, no por sesiones discursivas de trabajo, y está apoyada por gestos, humores compartidos, junto a la recompensa de caricias y castigos distintos para cada cual. Por eso, lo que se pretende en la familia tiene una fuerza persuasiva. Para decirlo directamente, cuando la familia socializaba, la escuela podía ocuparse de enseñar.
Ahora que la familia no cubre completamente su papel socializador, la escuela no solo no puede efectuar su tarea específica, si no que comienza a ser objeto de nuevas demandas para las cuales no está preparada. Cada vez los padres sienten descontento y desanimo ante la tarea de formar las pautas de conciencia social y moral y las abandonan a los maestros, mostrando irritación ante los fallos de estos, cuando no dejan de sentirse culpables por la obligación que rehúyen.
Actualmente en los hogares modernos cada vez hay menos mujeres, ancianos que antes eran los miembros de la familia que más tiempo pasaba en casa junto a los niños. Otro caso está en el padre, que no quiere figurar sino como “el mejor amigo de sus hijos” sirve para poco; y la madre cuya única vanidad profesional es que la tomen por hermana mayor de su hija, tampoco vale mucho más; son actitudes psicológicamente comprensibles y la familia se hace con ellas más informal, menos frustrante, mas simpática, pero en cambio la formación de la conciencia moral y social de los hijos no sale demasiado bien parada. Cuanto menos padres quieren ser los padres, mas paternalista se pide que sea el Estado; los padres reconociendo que ellos no podrían ser guardianes de sus hijos, exigían de papa Estado hacerse cargo de sus vástagos.
Se trata de una crisis de autoridad en las familias, pues en esencia la autoridad no consiste en mandar; etimológicamente la palabra “autoridad” viene de “ayudar a crecer”; entonces la autoridad en la familia debe ayudar a crecer del modo más afectuoso que sea posible. Pues si los padres no lo hacen serán las instituciones públicas las que se vean obligadas a imponerles el principio de realidad, no con afecto si no por la fuerza y de este modo solo se logran niños díscolos, no ciudadanos adultos libres.
El modelo de autoridad de la familia tradicional de nuestras sociedades ha sido el padre, una figura cuya dimensión temible y amenazadora –aunque también afectuosa y justa – ha propiciado excesos sádicos; la figura del padre es la más eclipsada de todas: el papel más cuestionado y menos grato de asumir, como lo cita Carmine Valentimiglia “la mayoría de los padres no tienen como modelo de relación ideal con los hijos la que tuvieron con sus padres si no la que tuvieron con sus madres: -quiero ser un buen padre como lo fue mi madre-“ por tanto necesitamos un padre que no renuncie a serlo, pero a la vez que se maternice para evitar los abusos patriarcales del sistema tradicional.
Otro problema al caso, que algunos aseguran eclipsa a la familia, la televisión. Pero el problema no estriba en que la televisión no eduque lo suficiente, si no que educa demasiado y con fuerza. Durante siglos, la infancia se mantenía al limbo de lo que solo iban saliendo gradualmente de los pequeños, de acuerdo a la voluntad pedagógica de los mayores. Las dos principales fuentes de información eran por un lado los libros, que exigían un largo aprendizaje para ser descifrados y comprendidos, y por otro las lecciones orales de padres y maestros, dosificadas sabiamente. La televisión ha acabado con ese progresivo desvelamiento de las realidades de la vida humana, (el sexo, la procreación, la violencia, la guerra, la ambición de este mundo) el niño crecía, intrigado por temas sobre los que no se les podía responder del todo, pero la televisión rompe esos tabúes y con generoso embarullamiento lo cuenta todo. Lejos de sumirlos en la ignorancia, los hace aprenderlo todo, sin respeto a los tramites pedagógicos… ¡hay!, si por lo menos los padres estuvieran junto a ellos para acompañarles y comentar ese bombardeo informativo que tanto acelera su instrucción; pero lo peor de la televisión es que opera cuando los padres no están y muchas veces utilizado para distraer a los hijos, de que ellos no están.
A todo esto, el maestro antes podía jugar con la curiosidad de los alumnos, deseosos de llegar a penetrar en misterios que aun les estaban velados, pero ahora los niños llegan ya artos de miles de noticias y visiones variopintas que no les ha costado nada adquirir. El maestro tiene que ayudarles a organizar toda esa información para hacerla provechosa y no dañina. Empresa titánica… remunerada con un sueldo bajo y escaso prestigio social.
Para concluir la reflexión iniciada sobre el eclipse de la familia, la forma que debe tener la escuela actual sobre estos temas, que en buena lógica deberían pertenecer a la socialización familiar; me refiero a la ética, la religión, el sexo, las drogas y la violencia. Hay países donde la ética y la religión llegan a mezclarse de tal modo que la formación moral la dejan directamente en manos de eclesiásticos.
A lo largo de la historia, los moralistas han concentrado unánimemente su mensaje en tres virtudes esenciales, de las que se deducen con más o menos facilidad todas las demás: el coraje para vivir frente a la muerte, generosidad para convivir con los semejantes y la prudencia para sobrevivir entre necesidades que no podemos abolir. Comprender los motivos por los que la masturbación es un grave pecado o las transfusiones de sangre son abominables, exige fe que no todo el mundo está dispuesto a creer; pero dicho criterio pertenece a la religión, no a la ética; la primera se basa en la razón y la experiencia, la segunda en la revelación. Quizá los planes de estudio pueda incluir alguna asignatura que trate de la historia de las religiones, de símbolos y mitologías, pero, no será prescriptiva sino descriptiva: no se ocupara de formar sino de informar a los estudiantes.
Sobre la educación sexual; informar con claridad y sentido común no es una incitación al libertinaje sino una ayuda para evitar que los gozos de la exuberante salud juvenil produzcan victimas por mera ignorancia. Donde hubo antes aprensión, culpabilidad por atreverse a hacer, el bombardeo del consumismo erótico vigente parece imponer la culpabilidad de no haber hecho todavía o no haber hecho lo suficiente. Es importante tarea educativa explicar que el sexo nada tiene que ver con los records olímpicos, que es más rico cuando involucra sentimientos y no solo sensaciones.
Sobre las drogas ¿Cómo puede enseñarse a manejar lo que la delincuencia organizada a partir de la prohibición, la adulteración sin control y la mitología de la transgresión han convertido en letalmente inmanejable? ¿Por qué se drogan? Aun que suene sarcástico “Sobre todo se consumen por que las drogas están ahí“¿Cómo pueden explicarse razonablemente los usos de una sustancia que por decreto policial solo pueden ser utilizadas con abuso? Esto resulta contraproducente e ineficaz porque al impedir su uso se establece pautas de tentación abusiva, sobre todo cuando el gigantesco negocio y la propaganda de las cruzadas del producto vedado no pueden decaer y crean más morbo. El efecto de las drogas es positivo, porque si no, nadie lo buscaría (medicamentos etc.) y otros negativos que no dependen de la perversidad del producto si no de la dosis en que sea tomado.
El alcohol otra víctima de la estupidez humana, san Juan Crisóstomo dijo “Oigo gritar al hombre: ¡ojalá no hubiese vino!, que insensatos. ¿Qué culpa tiene el vino de los abusos? Si dices, ¡ojala no hubiese vino! a causa de la embriaguez, entonces habría que decir ¡ojala no hubiese noche! a causa de los delatores y ¡ojala no hubiese mujeres! a causa del adulterio.
En la situación actual, mientras siga vigente la absurda penalización del uso de drogas, los esfuerzos de los maestros por preparar a los alumnos para afrontar este disparate no pueden ir mas allá de recomendarles que no mitifiquen la ilegalidad.
La violencia: a pregunta horrorizada ¿Por qué los jóvenes son violentos? Habrá que responder para empezar ¿y por qué no? ¿No lo son sus padres y no lo fueron sus abuelos y tatarabuelos? ¿En qué casos la violencia no es un componente de las sociedades humanas tan antiguo como la concordia? ¿No es la que nos ha defendido de los caprichos destructivos de los individuos, de las tiranías y ha obligado a que se respeten los derechos? Una sociedad desprovista de violencia será una sociedad inerte, no es un fenómeno inexplicable sino un componente de nuestra condición que debe ser compensado y mitigado racionalmente.
Los maestros deben recordar aun que lo olviden los demás, que las escuelas sirven para formar gente sana, no santos. No vaya a ser que por querer hacer a los jóvenes demasiado buenos no les enseñemos a serlo lo suficiente.
LA DISCIPLINA DE LA LIBERTAD
El objetivo explicito de la enseñanza en la modernidad es conseguir individuos auténticamente libres, la propuesta consiste en comprender que la libertad de la que estamos hablando es “ser libre es liberarse de toda ignorancia de apetitos e impulsos instintivos que la convivencia enseña a controlar”. La libertad no es la ausencia original de condicionamientos (reglas y normas morales) si no la conquista de una autonomía simbólica por medio del aprendizaje.
El niño comienza a estudiar en cierta medida a la fuerza. ¿Por qué? Por que se le pide un esfuerzo y los niños no se esfuerzan voluntariamente más que en lo que les divierte. Los estudios son algo que interesa a los mayores no a los niños, pero su curiosidad es más inmediata. No puede exigirse al niño que anhele conocer aquello que ni siquiera vislumbra.
Una mitología pedagógica a creado la fabula del niño creador; “al niño hay que dejarle que desarrolle su genialidad innata sin otra medida educativa que seguirle discretamente la corriente… lo contrario supone sacrificar su creatividad a la rutinas opresoras de la sociedad”. Claude Levi-Strauss afirma: todos los niños son creadores pero en cuanto a sus posibilidades, no en la capacidad afectiva de realizarlas. Sin duda la mejor educación será la que logre potenciar el mayor numero de virtualidades; aunque es preciso recordar que no es posible ningún proceso educativo sin algo de disciplina, pues el termino mismo proviene de la etimología latina de dicis, enseñar, no por eso el termino ha servido para denominar diversas destrezas y conocimientos que se aprenden por este procedimiento: las matemáticas o la geografía, son disciplinas cuyo aprendizaje exige a su vez disciplina; aun que ha sido mal entendida y los usos de la palabra la vinculan más bien con el poder, que con la mera enseñanza.
Volviendo al juego, Platón en su República señalo “no habrá pues que emplear la fuerza para la educación de los niños; muy al contrario, deberá enseñárseles jugando” más tarde pedagogos como Basedow, Celestin Freinet y María Montessori lo incorporaron a sus métodos pedagógicos. Sin embargo la mayoría de las cosas que la escuela debe enseñar no pueden aprenderse jugando. “Jugar es experimentar con el azar” La educación en cambio se orienta hacia un fin previsto y deliberado.
¿HACIA UNA HUMANIDAD SIN HUMANIDADES?
En el terreno de la educación uno de los fantasmas es la hipotética desaparición en los planes de estudio de las humanidades, sustituidas por especialidades técnicas. Pero ¿qué son las humanidades?, la separación entre cultura científica y cultura literaria se inicia hasta finales del siglo pasado, para luego, consolidarse en el nuestro por razones de abarcabilidad de saberes.
Según se dice, las facultades que el humanismo pretende desarrollar son, la capacidad crítica de análisis, la curiosidad, el sentido de razonamiento lógico, la sensibilidad para apreciar las mas alteas realizaciones del espíritu humano. Francamente no conozco ningún argumento serio para probar que el estudio del latín o el griego favorecen más estas cualidades, que el de las matemáticas o la química. La cuestión de las humanidades no estriba en el titulo de las materias que van a enseñarse, ni en su carácter científico o literario: todas son útiles. Aquí está el secreto: la virtud humanista de asignaturas que se enseñan no estriba en su contenido intrínseco sino, en la concreta manera de impartirlas, aquí y ahora. No es cuestión de que sino del cómo; ¿por qué las materias que se enseñan sean cuales fuesen son a menudo enseñadas de una manera ineficaz, que agobian sin ilustrar y que expulsan del conocimiento en lugar de atraer hacia él? ; Yo creo, que la principal causa de la ineficacia docente es la pedantería pedagógica, aunque la palabra pedante quiera decir “maestro” de modo que la pedantería es un vicio que nace del ejercicio de enseñar. Quizá todos los profesores somos pedantes al menos en ratos, exaltando los conocimientos por encima de los requerimientos del alumnado, utilizando ademanes intimidatorios de la “sabiduría” en vez de la humildad paciente; es pedantería confundir, deslumbrar. A menudo nos sorprendemos por lo ignorantes que son nuestros alumnos, como si la obligación de sacarles de esa ignorancia no fuera de nosotros.
La unilateralidad nunca es beneficiosa ni desde luego humanista, están los que consideran inevitable nuestra deshumanización por culpa de los ordenadores, los videos, internet, etc. Lo cierto que es que ni uno de estos instrumentos tiene por fin perturbar nuestra humanidad, son herramientas, no demonios, y surgen del afán de mejorar nuestra vida y conocimiento; si finalmente se les ocupa para tales fechorías, es culpa de cualquiera, menos de las maquinas. Pero entonces ¿no hay motivos para preocuparse de la decadencia de las humanidades y sobre todo del oscurecimiento del ideal de educación humanista, entendida como una formación integral de la persona y no solo como su preparación restringida por urgencias laborales. Aprender a discutir, a refutar y a justificar lo que se piensa, es parte irrenunciable de cualquier educación que aspire al título de “humanista”
EDUCAR ES UNIVERSALIZAR
Cuando se reprochaba al excesivo subjetivismo de sus juicios, el poeta José Bergamín respondía, “si yo fuera un objeto, seria objetivo; como soy un sujeto, soy subjetivo” pues bien la educación es tarea de sujetos y su meta es formar también sujetos, no objetos ni mecanismos de precisión. La educación tiene como objetivo emplear la humanidad del neófito, el hombre que la educación deba plasmar dentro de nosotros, no es el hombre tal como la naturaleza lo ha creado, sino tal como la sociedad quiere que sea. Así tanto en el presente como en el pasado, nuestro ideal pedagógico es, hasta en sus menores detalles obra de la sociedad. de modo que la educación es en cierto sentido conservadora, por la sencilla razón de que es una consecuencia del instinto de conservación, tanto colectivo como individual; tan conservadora es la educación oficial que predica el respeto a las autoridades.
La educación transmite por que quiere conservar positivamente ciertos conocimientos, habilidades y ciertos ideales, nunca es neutral por que elige, verifica, presupone, convence, elogia y descarta; ni un maestro puede ser verdaderamente neutral e indiferente, si lo fuese empezaría a aceptar su propia ignorancia.
Hoy por hoy es estar convencidos de la deseabilidad social de formar individuos autónomos capaces de participar en comunidades que sepan transformarse sin renegar de sí mismas, que se abran y se ensanchen sin perecer; de acuerdo con este planteamiento, me parece que el ideal que la educación actual debe conservar y promocionar es, la universalidad democrática. ¿Universalidad en la educación? Significa poner el ancho humano por encima de sus modismos (lingüístico, racial, artístico) sin excluir a nadie a priori del proceso educativo, universalizar la educación consiste en acabar con la discriminación, en la mujer, en las “razas”, grupos sociales, los campesinos, los obreros, etc.
Es la cuestión del origen, el principal obstáculo que intenta derrocar la educación universal. Cada cual es lo que demuestra con su empeño y habilidad que sabe ser, no lo que su cuna- esa cuna biológica, racial, familiar, cultural, nacional, de clase social- le predestina a ser según la jerarquía de oportunidades establecida por otros. Hay quienes afirman que el coeficiente intelectual de algunos grupos raciales es inferior a otros. Es difícil imaginar una doctrina mas inhumana y repelente que esta; ningún test mide ni podrá medir nunca lo que constituye la inteligencia propiamente humana.
Otro obstáculo y problema mal entendido es el de ayudar a cada persona a volver a sus “raíces”. Admitamos la metáfora que tanto agrada a los nacionalistas, “recuperemos nuestras raíces”, a los entusiastas de la etnicidad “conservemos la pureza de nuestras raíces”, a los integristas religiosos “la raíz de nuestra cultura es cristiana”. Pero esta utilización metafórica de las raíces puede ser invertida y eso es precisamente lo que ha de intentar la educación universalista; por tanto, nuestras raíces más propias, las que nos distinguen de otros animales, son: el uso del lenguaje y los símbolos, la disposición racional, el recuerdo del pasado y la previsión del futuro, la conciencia de la muerte, el sentido del humor, etc. Aquello que nos hace semejantes y que nunca falta donde hay hombres, aquello que no podemos reclamar como exclusivamente propio. Todo lo demás, la cultura, los mitos y leyendas, la diversidad de las lenguas, las creencias y religiones, son el variopinto follaje que nos hace diversos, pero no son en esencia nuestras raíces. Es el universalista el que vuelve sobre las profundas raíces que nos hacen humanos, mientras que los nacionalistas, etnicistas y particularistas racistas van buscando distingos y diferencias entre los humanos. Solo volviendo a la raíz común que nos emparienta podremos los hombres ser hermanos los unos para los otros. “Nuestra humanidad común es necesaria para caracterizar lo verdaderamente único e irrepetible de nuestra condición, mientras que nuestra diversidad a la que llamamos cultura es accidental”.
Ninguna cultura es indisoluble para las otras, que no pueda contagiarse de las otras; ese contagio de culturas es lo que se le conoce como civilización, y es la civilización y no meramente la cultura lo que la educación debe aspirar a transmitir.
En la actualidad, potencialmente cada cultura son todas las culturas. Dividir el mundo en estancados de índole intelectual, es decir pensar que solo los nacionales pueden entender a los de su nación, que los negros a los negros, los blancos a los blancos, los cristianos a los cristianos, los homosexuales a los homosexuales. Quiero creer como creyó Nietzsche que “El hombre libre es aquel que piensa de otro modo de lo que podría esperarse en razón de su origen, de su medio, de su estado y de su función o de las opiniones reinantes de su tiempo” Algunos no les consideran libres, sino “traidores” a su grupo de pertenencia. Pues aquí tenemos otra tarea para la educación universalizadora: enseñar a traicionar racionalmente en nombre de nuestra única verdadera pertenencia esencial, la humana.
Es comprensible el temor del estado ante una enseñanza sobrecargada de contenidos ideológicos, ante una escuela mas ocupada en fomentar fervores patrióticos que puede convertirse en adoctrinamiento para una docilidad de sus habitantes respecto al sistema, que en favorecer el pensamiento crítico autónomo. Es importante que en la escuela se enseñe a discutir, pero es imprescindible dejar claro que, no es ni un foro del debate, ni un pulpito.
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