domingo, 11 de marzo de 2012

SIMBOLISMO Y ESCRITURA EPIOLMECA




BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

COLEGIO DE HISTORIA

Profesor: Arqueóloga Citlalli Reynoso Ramos

Nombre del curso: Mesoamérica

Alumno: Benjamín Pérez Armas

Fecha de entrega: 4 de Octubre del 2006

Control de lectura: XIV


SIMBOLISMO Y ESCRITURA EPIOLMECA

Cultura epiolmeca

La Cultura epiolmeca es un área cultural situada en el territorio central del actual estado mexicano de Veracruz, concentrada en torno a la cuenca del río Papaloapan. Esta cultura existió durante el Período Formativo Tardío de la cronología mesoamericana, aproximadamente entre el 300 a. C. hasta el 250 d. C. La cultura epiolmeca fue sucesora de la cultura olmeca, de ahí el prefijo "epi-" o "post-". Aunque la cultura epiolmeca no alcanzó un desarrollo tan duradero como su predecesora, sí consiguió con su sofisticado calendario y sistema de escritura un gran nivel de complejidad cultural desconocido por los olmecas. Recientemente se han hecho proclamas de desciframiento de dicha escritura, revelando que la lengua de las mismas podría estar emparentada con las lenguas mixe-zoqueanas.

Tres Zapotes y posteriormente Cerro de las Mesas fueron los mayores centros epiolmecas aunque ninguno alcanzaría un tamaño e importancia semejantes a las grandes ciudades olmecas que los precedieron ni El Tajín después de ellos. Entre otros centros epiolmecas de importancia también destacan El Mesón, Lerdo de Tejada, La Mojarra, Bezuapán y Chuniapán de Abajo.

La cultura epiolmeca

El surgimiento de la cultura epiolmeca en la franja occidental del territorio olmeca coincide con la despoblación de la franja orienta y el declive de la cultura olmeca en general. La cultura epiolmeca representó una transformación gradual en lugar de una ruptura completa con la cultura olmeca. Por ejemplo, muchos elementos y motivos artísticos de los olmecas fueron utilizados por su cultura sucesora. Tres Zapotes, uno de los principales centros olmecas, continuó siendo un importante centro regional durante la cultura epiolmeca. Por otra parte, la vida cotidiana de las clases no privilegiadas continuó siendo muy similar: agricultura de subsistencia con complemento ocasional de caza y pesca, edificios de ramas entrelazadas, tejados de cubierta vegetal, y hórreos de almacenaje con forma de campana.

Adicionalmente, durante el Período Formativo Tardío Mesoamericano se produjo un declive extendido del comercio y otras interacciones interregionales por todo el territorio. Junto con una reducción marcada del uso de objetos exóticos de prestigio como cuentas de piedra verde. Se ha propuesto que estas mercancías exóticas fueron sustituidas por bienes de lujo locales, como ropas y tocados valiosos. Sin embargo el declive del comercio y las relaciones interregionales no fueron uniformes: en especial la interacción con los pueblos y culturas del istmo de Tehuantepec se incrementaron, y también se percibe un incremento en la importación de obsidiana.

En contraste con el arte olmeca anterior, el arte epiolmeca muestra una pérdida general de detalles y calidad. Las figurillas cerámicas son mucho menos realistas y los monumentos y estelas de basalto de Tres Zapotes son mucho menos elaborados que los de época anterior en San Lorenzo y La Venta.

Debido a la ubicación descentralizada de grupos de túmulos y escultura monumental en Tres Zapotes, se considera que la jerarquía social epiolmeca estaba menos centralizada que sus predecesores olmecas, quizás mostrando la existencia de una asamblea de gobierno fragmentado en lugar de un sistema de gobierno en torno a un gobernante único.

Ejemplos de escritura del Golfo

Los primeros ejemplos de escritura[1] en el Golfo de México parecen contener más bien símbolos iconográficos que jeroglíficos; pero no hay duda de que expresan conceptos fijos y por lo tanto ideas que pueden ser descifradas. En estos casos su antigüedad podría ser anterior a 400 a.C., aunque existen en otros monumentos muy posteriores. Y estos símbolos y glifos provienen de la rica tradición olmeca aldeana, a la cual, en la costa del Golfo, bien puede llamarse olmeca-premaya.

Monumento E de Tres Zapotes

De acuerdo con Stirling, este monumento está grabado sobre una de las paredes del cause del arroyo Hueyapan, a más de un metro de profundidad de la superficie del arroyo, y al este del grupo conocido como “montículos quemados” en la zona de Tres Zapotes, Veracruz.

Si recordamos la simbología de la piel del jaguar de Atlihuayán; vemos que en este monumento hay un cuadrado y una barra abajo o adherida que representaría a la “tierra o milpa junto a una corriente de agua”, lo que seguramente se refiere al lugar en que está ubicado Tres Zapotes; y dentro del cuadrado hay tres elementos: un punto que no es numeral, sino el “grano o semilla”; una barra que no es tampoco un numeral sino una “corriente de agua”; y una especie de “T” cortada que puede empezar a significar “viento”, como sucede en la glífica maya. Dentro se su aparente sencillez, este grabado podría ser el topónimo del lugar, el cual se leería: “Lugar donde hay milpas de maíz junto al río”, o “Lugar junto al río donde el maíz se mece con el viento”.

Monumento 13 de la Venta


Esta lápida, descubierta por Druker y Wedel en 1943, lleva grabada una figura de pie que lleva en la mano izquierda una especie de bandera, por lo que se le ha llamado El Embajador. Su antigüedad puede colocarse hacia el 400 a.C. En esta lápida vemos, atrás del individuo, la huella de un pie humano, que indica “caminar, viajar”. Por debajo de la bandera se ven tres signos, que son: un círculo que significa “grano o semilla”; luego una flor trilobada, y abajo la cabeza de una ave con el pico curvo. Podría interpretarse como: “el comerciante o recolector de tributos viaja (huella de pie) en busca de los granos de cacao (círculo), del algodón (flor trilobada o “copo de algodón”) de las plumas preciosas (ave con pico curvo que puede ser guacamaya, pericos, etc.)”. La especie de bandera que lleva en la mano es la insignia de su profesión, que después se convertiría en un bastón si el personaje era comerciante; y es lógico pensar que como en La Venta, Tabasco, se encuentra en la región ideal en donde se da el cacao y los otros productos, los signos referidos (granho, flor, cabeza de ave) adquieren esa connotación especial y metafórica en la costa: “cacao, algodón, plumas preciosas”.

Simbología Olmeca Teocrática

La rica simbología[2] de los grupos olmecas aldeanos se continúa durante el periodo de los centros ceremoniales, de 900 a 200 a.C., ahora básicamente en la piedra[3].

Monumento 1 de Chalcatzingo




En el monumento 1 de Chalcatzingo, Morelos, vemos una escena llena de simbolismos: Hay abajo y a la izquierda una boca de jaguar estilizada y de perfil, la cual representa a una “caverna” en la tierra, o “boca por donde se entra al vientre o entraña de la tierra”. Sobre la parte superior de la caverna está el ojo del jaguar con su pupila en forma de Cruz de San Andrés, lo que simboliza a “la tierra que cobija al sol” y “que dispensa el calor solar”; y en tres puntos, que coincidirían también con los rumbos del mundo, se ven “elementos vegetales” que nacen de la tierra. En el interior de la caverna se encuentra un sacerdote sentado sobre una especie de banco o trono que lleva grabado un símbolo en forma de “S” horizontal, el cual representa al “viento”, que se lee como “el que produce el viento”; también lleva en los brazos una barra de mando con el signo “S” horizontal, lo que se traduce como “el que gobierna o manda al viento”; en su faldilla lleva unos bastoncitos con círculos en un extremo, que indican “gotas de agua”; y a la altura del tocado de ve una composición glífica, formada por unos granos de maíz y espigas, junto a un bloque con nubes y bastoncitos con círculos (“nube de lluvia con gotas de agua”). A su vez, de la caverna sale el “viento” en forma de tres grupos de volutas (una voluta sola y dos o tres combinadas).

En la parte de arriba vemos tres conjuntos de “nubes”, ilustradas con belfos superiores del jaguar con bordes ondulantes y superpuestos, de las cuales sale una serie de líneas paralelas que representan la “lluvia”; y de ellas caen también bastoncitos con un circulo en el extremo, que simbolizan “gotas de agua”. Símbolos de la “vegetación” y chalchihuites o “granos preciosos”, especie de gotas verdes que caen del cielo, completan el conjunto.

Toda la escena se refiere a la celebración de un culto que se realizaba en las cuevas o cavernas, para invocar a la lluvia que permitiría a la tierra cubrirse de vegetación, y por consiguiente obtener maíz. El encargado de tal culto era el sacerdote o chamán, que tendría el poder de gobernar el viento que salía de las entrañas de la tierra; y así, lo dirigiría hacia las nubes de lluvia, cargadas de agua, las cuales, al desplazarse en el cielo, dejaban caer las gotas de agua, el líquido precioso, que fertilizaba la tierra.

Con estos nuevos símbolos[4] podemos entender muchas de las representaciones que aparecen en las obras de los olmecas teocráticos.

Monumento 14 de Chalcatzingo

En el monumento 14 de Chalcatzingo, Morelos, Se aprecia a un jaguar echado sobre una gran “S” a manera de roca, lo que se interpreta como “el que produce viento”, que es la tierra jaguar, a través de su boca, “cueva o caverna”. El viento que sale de su boca es también su “aliento” y por lo tanto su “rugido”, el cual se eleva en una doble voluta, y el viento mueve a la nube que descarga su contenido en “gotas de agua”.

Monumento 4 de Chalcatzingo

En este monumento se representan dos jaguares –-uno inferior y otro superior— que parece han dado muerte a un hombre, cada uno de ellos, y están prestos a devorarlos. Esto se entiende teniendo en cuenta que la tierra (el jaguar) es una deidad benévola pero a la ves maléfica, puede dar y quitar la vida (vida y muerte tienen lugar sobre su superficie) haciendo brotar los frutos que dan el aliento al hombre o negándoselos cuando no es fecundada por el agua o hay exceso de ella. Por otra parte, la cesación de la vida, los que mueren, son tragados por la tierra, pues en su interior se encuentra el inframundo.

Así, el jaguar superior del monumento 4 representa a la “tierra” y por ello tiene en el ojo la típica Cruz de San Andrés; lleva también el belfo superior abultado y la hendidura o “V” en la frente. Del jaguar inferior, de la nariz al estómago corre una corriente de agua, y de los orificios de su nariz salen “semillas que germinan” y una “planta”. Al extremo de su cola hay tres pequeñas barras hendidas que podrían ser también “frutos que fructifican”. Esto, más el hombre que yace bajo sus garras, podrían indicar que la tierra ha sido propiciada mediante un sacrificio humano, para que haya lluvia o vegetación, o simplemente la reiteración del principio básico de la tierra: el dar y quitar la vida[5].

Monumento 30 de La Venta Tabasco

Se aprecia un jaguar similar al de Chalcatzingo, aunque fragmentado, se aprecia muy bien el lomo y la cabeza del animal; en la cabeza vemos el ojo con la cruz de San Andrés, la frente con la hendidura en “V”, el belfo superior que señala la entrada, una línea ondulante y un fragmento de barra, que indican “agua corriente”; en la región del cuello se aprecian dos objetos, que pueden ser implementos de labranza (uno de ellos es el bastón plantador con el que se hiere la piel o superficie de la tierra, así como una planta) . En el lomo hay una serie de círculos que son las semillas depositadas en la tierra, así como pequeñas líneas ondulantes que representan surcos, tal vez con agua de lluvia que permitirá que germinen las semillas.

En esta parte de la lectura se hace mención de una ofrenda de hachas petaloides, dos de las cuales se analizan en la lectura, sin embargo en el caso de describirlas en este trabajo, se extendería bastante por lo cual las he de omitirlas (para leer los datos en la obras de nuestro autor consultar la página 47).

Estela C de Tres Zapotes

Otro monumento que se comenta en la lectura de nuestro autor. Su fecha en numerales de puntos y barras la coloca en 31. a.C., la estela contiene un mascarón típicamente olmeca visto de frente (en la imagen de la obra de nuestro autor; se aprecia prácticamente en el centro de la estela), pero que muestra ya ciertas variaciones en su simbolismo, tal ves por ser tardío[6].

En el mascaron de la estela C se reúnen, entonces, también el cielo y la tierra; de la nariz hacia arriba esta el cielo y de la nariz hacia abajo esta la tierra. La forma un largo rectángulo compuesto de tres partes: en la central está la boca abierta del dios, en la que se ven dos barras esquinadas, dos ganchos como volutas junto a las comisuras y dos pequeños círculos, todo lo cual se refiere a la “tierra, con su entrada o caverna, corrientes de agua y viento”; a la vez, fuera de la boca hay dos especies de triángulos formados por una “V” que puede significar “la abertura por donde sale la planta”. En las otras dos partes, a los lados, hay símbolos en forma de corchetes en “U” y círculos que indican “parcelas de cultivo con semillas”.

Encima del plano terrestre está la nariz del dios que se junta con las cejas y tiene la frente hendida. De sus ojos caen unos bastoncitos con círculos en los extremos, los cuales representan sus lágrimas y por tanto “gotas de agua” que caen en la tierra. De la hendidura frontal sale un corchete angular que significa “boca o cueva”, y encima ha y una “V” que simboliza el “rayo de luz”. A continuación hay un signo como “hollín” o “movimiento” y encima está la cara de una deidad. El resto de la composición se hace a base de “flamas o fuego”.

Como conclusión del análisis de este mascaron de la estela C de Tres Zapotes, me gustaría citar a nuestro autor:

Así, todo el frente de la estela C de Tres Zapotes es una alegoría en la que se conjuntan tres deidades: de la tierra, de la lluvia y del sol, pero tan estrechamente asociadas, que parecería toda una sola en proceso de separación. En este caso, el mascaron jaguaresco representa, de la nariz hacia abajo, a la diosa tierra; de la nariz hasta el frente, al “dios que llora la lluvia sobre la tierra”, antecedente del dios Tláloc o de la lluvia; y, de la frente hacia arriba, representa al dios solar, el cual nace cada día del inframundo y retorna a él; aquí está saliendo de la tierra y por ello los signos del rayo, de la luz y movimiento indican su ascenso. Así también se deduce la concepción de que la “tierra” (jaguar) es la creadora de los otros dioses[7].



[1] La primera parte del control de lectura es basado en la lectura de Roman Piña Chan (1995. Piña Chan Roman. Ejemplos de escritura en el Golfo. En: El lenguaje de las piedras. FCE. México. pp.: 51-53.).

[2] La segunda lectura corresponde a: 1995. Piña Chan Roman. Simbología Olmeca Teocrática. En: El lenguaje de las piedras. FCE. México. pp.: 40-50.

[3] Así, en los relieves grabados sobre rocas, hachas, mascaras y otras, es fácil advertir varios símbolos de la etapa anterior y algunos nuevos.

[4] En la lectura de nuestro autor hace referencia que además de los símbolos antes citados hay varios otros símbolos más.

[5] Piña Chan Roman et al., 1995. p.45.

[6] Nuestro autor describe en la página 47 y 49 que como antecedente a la explicación hay que señalar que en esa época, en el extremo superior de varias hachas, se ha encontrado la efigie del dios jaguar con cejas, ojos y boca con los extremos hacia abajo, así como la frente hendida en “V”. Esta representación se va simplificando hasta el grado de perder los ojos y las cejas, luego la boca, y quedar sólo un cuadrado o rectángulo con hendidura o sin ella.

[7] Piña Chan Roman et al., 1995. p. 49-50.

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